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Ramos convirtió a Tijuana en la capital del secuestro


Además de quebrar las finanzas del municipio e inflar facturas, los secuestros incrementaron cuando Jorge Ramos llegó al poder en 2007, conoce las cifras negras, y todo lo que  que no te menciona durante la presente campaña; además de los verdaderos testimonios de horror que vivieron los tijuanense. 

El siguiente texto fue publicado por Periódico el Mexicano en días recientes, un trabajo de calidad que relata lo que le espera a Tijuana con Ramos al frente.

TIJUANA.- El 30 de diciembre de 2007, Jorge Ramos estaba a punto de cumplir un mes como presidente municipal de Tijuana, pero el infierno ya había abierto sus puertas de par en par, y Daniela fue una de las primeras en conocerlo.

“Fuimos a una boda. Y cuando veníamos, entre 1:30 y 2:00 de la mañana, se nos cerraron aquí por la Calzada Lázaro Cárdenas, enfrente de la Comercial Mexicana. Ahí se nos cerraron 3 carros, una panel, un pickup y era un Cherokee. Entonces cuando se nos cierran, nos bajaron a todos, a mí me pusieron la pistola en la cara, jalaron a mis hijos. A mi hijo mayor lo jalaron, lo querían subir a la panel. Y a mi esposo lo bajaron entre 4 o 6 del carro y lo esposaron y lo subieron, luego me subieron a mí. subieron a mis hijos, subieron a mi mamá, a todos nos agarraron, a todos nos subieron”.

La historia de Daniela fue parte de los testimonios recabados por la antropóloga e investigadora Lizzet González, entre 2007 y 2009, cuando Ramos convirtió a Tijuana en la capital nacional del secuestro.


Jorge Ramos y los dos secretarios de Seguridad Pública Municipal que tuvo, Alberto Capella y Julián Leyzaola, solían repetir un falso argumento para eludir su responsabilidad en la crisis de seguridad que provocaron con sus malas decisiones: el problema lo habían “heredado” de la administración priista que les antecedió.

Sin embargo, las cifras de la entonces Secretaría de Seguridad Pública del Estado y el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, desmienten tal idea.

En 2006, Tijuana registró 30 secuestros. Sin embargo, luego de que Kurt Honold asumiera la presidencia municipal, el 20 de febrero del año siguiente, solamente hubo 13 secuestros en los 9 meses y nueve días que gobernó. Es decir, se trataba de un delito que venía a la baja. Así, 2007 cerró con una tasa de 0.99 secuestros por cada 100 mil habitantes.

Las cosas cambiaron radicalmente con la llegada del panista al poder. En solamente los dos primeros meses de 2008, Ramos superó los 14 secuestros que se habían registrado en todo 2007, al sumar 22 durante enero y febrero.

Aun así, tras 44 secuestros de enero hasta abril de 2008, parecía que el entonces secretario de Seguridad Pública Municipal, Alberto Capella, había controlado la situación en junio, donde hubo únicamente tres. Pero fue un espejismo: en noviembre hubo 16, una cifra inédita. Al final, 2008 cerró con 92, lo que colocó a Tijuana como el primer lugar nacional de secuestros, con una tasa de 6.15 secuestros por cada 100 mil habitantes, cuando la Ciudad de México tenía una de 1.57 y el Estado de México de 0.93. Ambos lugares eran, hasta entonces, los epicentros del secuestro en este país. Ahí, Ramos le entregó la seguridad al “salvador” Leyzaola.

Ramos y Leyzaola siempre vendieron la “pacificación” de Tijuana, pero las cifras dicen otra cosa. En 2009, Tijuana estuvo aún peor que en 2008, con 95 secuestros y una tasa de 6.35 por cada 100 mil habitantes. La ciudad ya no solamente superaba en tasa a la Ciudad de México (0.95), donde Marcelo Ebrard y Manuel Mondragón si estaban llevando a cabo una verdadera pacificación (55 secuestros menos que en 2008), sino en número. Mientras Tijuana tenía esos 95 secuestros con millón y medio de habitantes, en la capital del país, con 8 millones de personas, había 84. El municipio tijuanense también superaba, en tasa, al Estado de México (0.86).

Los números, siempre fríos, recuerdan que la “salvación” y la “pacificación” jamás llegaron con Ramos. En 2010, Tijuana registró una tasa de 4.36 secuestros por cada 100 mil habitantes, tres veces más alta que la del Estado de México, entonces gobernado por Enrique Peña Nieto, que era de 1.14. Tijuana igualmente superaba, no solamente en tasa, sino también en número, por segundo año seguido, a la Ciudad de México. El todavía Distrito Federal registraba 60 secuestros y una tasa de 0.68 por cada 100 mil habitantes, frente a los 68 que sumaba Tijuana, con su tasa de 4.36.

El 30 de noviembre de 2010, Ramos le deja a su sucesor, Carlos Bustamante, una tasa de secuestros que era cuatro veces mayor a la que Kurt Honold le había dejado al panista.

Revertir el daño causado por Ramos tardó mucho tiempo. En 2011, ya con Bustamante en el poder, la tasa de secuestros bajó a 2.89 (45 secuestros), sin embargo, sería hasta 2015 (9 secuestros y tasa de 0.58 por cada 100 mil habitantes) cuando se recuperarían los niveles que dejó Honold. Cinco años tomó la verdadera pacificación, para curar a Tijuana del perjuicio que Ramos ocasionó.

“Me hablaron para pedirme 3 millones de dólares. El lunes me hablaron otra vez, que para ver si ya tenía el dinero. Les dije: ‘No, pues nada más tengo 3 mil dólares’. (Y me respondieron) ‘te dije que 3 millones, si no te lo tiro a la chingada’.

 El lunes me hablaron; dos llamadas, con una diferencia de 6 minutos cada una, para presionarme y en la segunda llamada me dijeron: ‘Mira, dime si se va hacer o no, si no te lo vamos a tirar’. Y yo le dije: ‘Dame chanza’. Y otra voz se escuchó: ‘Dile que en cuatro días le hablas’. (Entonces, con quien hablaba me dijo) ‘¿Sabes qué? Te voy hablar en cuatro días’ Jamás me volvieron a hablar, jamás me volvieron a hablar”. Así terminó el relato de Daniela a Lizzet González, relato al que podrían sumarse muchos otros, si Ramos vuelve al poder.

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